Uno de los responsables de la obsolescencia funcional en determinados productos el poco esfuerzo económico (en relación a la renta disponible) que supone adquirir dichos productos. Por ejemplo, hace sólo una generación, la adquisición de una televisión era una decisión de compra importante dentro de un hogar, mientras que ahora justificamos un cambio de televisión por la incorporación de nuevos estándares de alta definición, 3D o un mayor número de pulgadas, empaquetado en formato de oferta en unos grandes almacenes.
La lavadora es un ejemplo de obsolescencia programada porque como dice don Hilarión en La verbena de la Paloma,‘la ciencia avanza que es una barbaridad’. Vamos, que las prestaciones que ofrecen lavadoras, secadoras o aspiradoras son cada vez más completas.
En segundo lugar porque, mal que nos pese, la vida de estos electrodomésticos está limitada a poco más de una década (nada que ver con los que compraban nuestros padres o abuelos),quizás por aquello de la obsolescencia programada. Y hay que cambiarnos cada cierto tiempo. Así que más vale estar al tanto de las novedades.
Desde el pasado 8 de abril, el gigante informático Microsoft ha dejado de dar apoyo a los populares programas Windows XP y Office 2003. ¿Cuáles son los efectos prácticos de esta decisión? Microsoft dejará de proporcionarnos parches que den respuesta a incidencias de funcionamiento o grietas de seguridad. Y, a medio plazo, los fabricantes de hardware, como pantallas o impresoras, irán lanzando nuevos productos que ya no serán compatibles con Windows XP.